Esta película del director italiano Carlo Carlei cuenta la historia de San Pio da Pietrelcina (1887-1968), más conocido como Padre Pio, un fraile capuchino italiano estigmatizado que fue reconocido santo en 2002.
Al Padre Pio lo interpreta Sergio Castellitto; el famoso actor alemán Jürgen Prochnow ("Das Boot", 1981; "Dune", 1984; "La conjura de El Escorial", 2008) interpreta el papel del visitador al que el Padre Pio cuenta toda su vida. El visitador siempre ha estado convencido de que el Padre Pio es "un farsante" que ha mentido a todos, pero al final de la película el Padre Pio se encargará, a su manera, de hacerle ver que no es así.
La película fue hecha para TV, no para cine, y eso siempre se nota; aunque no está mal, algunas cosas podrían estar mejor hechas (por ejemplo, no se muestra demasiado bien la liturgia durante las misas, y eso que la película es italiana). Pero eso sí, la película es respetuosa con el Padre Pio y con la religión, y no he encontrado nada en contra de la fe o el magisterio de la Iglesia. Sugiero que a los alumnos de los institutos les hagan visionar esta película en las horas de "Educación para la ciudadanía", si es que de verdad se trata de hacerlos mejores ciudadanos y no de corromperlos.
El Padre Pio ya en vida tuvo fama de santidad por las numerosas manifestaciones sobrenaturales que le acompañaban. Además de los estigmas, contó con los dones de profecía, discernimiento, curación y bilocación (encontrarse en dos lugares al mismo tiempo). En el convento de San Elías de Pennisi el Padre Pio experimentó por primera vez el fenómeno de la bilocación. La noche del 18 de Enero de 1905, mientras se encontraba en el coro, recogido en profunda oración, se sintió trasladado a una casa señorial de la ciudad de Udine, en la región italiana de Friuli, donde estaba muriéndose un hombre y naciendo una niña. El Padre Pio escribió cómo fue su primera bilocación:
"Hace días me pasó algo insospechado: Mientras me encontraba en el coro con Fray Atanasio, eran como las 23 horas del 18 de este mes cuando me encontré en una casa señorial donde moría un padre mientras nacía una niña. Se me apareció entonces la Santísima Virgen que me dijo: 'Te confío esta criatura, es una piedra preciosa en su estado bruto. Trabájala, límpiala, hazla lo más brillante posible, porque un día quiero usarla para adornarme…'. Le contesté a la Virgen: '¿Cómo podría ser posible, si yo soy todavía un estudiante y no sé si un día podré tener la suerte y la alegría de ser sacerdote? Y aunque llegue a ser sacerdote, ¿cómo podré ocuparme de esta niña, viviendo yo tan lejos de aquí?'. La Virgen me respondió: 'No dudes. Será ella quien irá a buscarte, pero antes la encontrarás en la Basílica de San Pedro en Roma'. Luego de esto, me encontré otra vez en el coro".
La niña de la que se habla en el escrito se llama Giovanna Rizzani. Su padre, Juan Bautista Rizzani, era miembro de la masonería. Durante su última enfermedad, su lujosa residencia, situada en la calle Tiberio de Ciani nº 33 de la ciudad italiana de Udine, fue rigurosamente vigilada día y noche por los masones para impedir el paso de cualquier sacerdote. Horas antes de morir, su esposa Leonilde (que era muy religiosa) estaba cerca del lecho del moribundo recogida en oración y lágrimas. De repente vio salir de la recámara y alejarse por el pasillo a un fraile capuchino. Se levantó en seguida, lo llamó y lo siguió mientras el fraile desaparecía. La señora estaba extremadamente angustiada pensando en su esposo que se moría sin los auxilios religiosos. En aquel momento, oyó gemir al perro que estaba amarrado en el jardín de la casa. La señora, no aguantando el gemido del perro, fue a soltarlo. En esos momentos sintió los dolores del parto y allí mismo dio a luz a una niña. El administrador de la casa corrió para ayudarle. De lejos vieron la escena los dos masones que vigilaban la entrada y también el párroco que quería entrar a la casa para auxiliar al moribundo. El administrador, después de que ayudó a la señora a alcanzar la recámara, bajó indignado contra los masones que impedían el paso al sacerdote y les gritó: "Dejen entrar al padre. Ustedes pueden impedirle que asista al moribundo, pero no tienen derecho a impedirle que vaya a bautizar a la niña que acaba de nacer prematuramente". Fue así como se dejó pasar al sacerdote, que además de bautizar a la niña, administró los últimos sacramentos al moribundo arrepentido. A la muerte del señor Rizzani, la joven viuda se trasladó a Roma con sus padres; allí Giovanna creció educada cristianamente. Un mediodía del año 1922 Giovanna Rizzani se presentó en la Basílica de San Pedro en Roma y se confesó con un capuchino desconocido que la aconsejó ir a San Giovanni Rotondo. Ella concurrió al lugar y cuál sería su sorpresa al reconocer en el Padre Pio al capuchino que la había confesado antes. El Padre Pio la sorprende aún más cuando le revela haber asistido a su nacimiento, en Udine, y le describe con detalles su casa natal. Giovanna Rizzani llegó a ser terciaria franciscana y fiel hija espiritual del Padre Pio.
Otro caso muy famoso de bilocación del Padre Pio fue el que tuvo por protagonista al general italiano Luigi Cadorna, Jefe del Estado Mayor italiano durante la mayor parte de la Primera Guerra Mundial. Después de la desastrosa derrota en la batalla de Caporetto, el General Cadorna cayó en un estado de depresión severa y decidió suicidarse. Se encerró en su habitación y dio orden de no dejar pasar a nadie. Ya en su habitación, extrajo de un cajón una pistola y se apuntó a la sien, momento en el que oyó una voz que le dijo: "General, ¿no querréis cumplir en absoluto esta tontería?". Aquella voz y la presencia de un fraile en su habitación apartaron al general de su propósito, dejándolo petrificado. Pero, ¿cómo había podido entrar ese fraile en su habitación? Pidió explicaciones al ordenanza pero éste le contestó no haber visto pasar a nadie. Años después, el general se enteró por la prensa de que un fraile de San Giovanni Rotondo hacía milagros. Allí se fue de incógnito y con gran asombro reconoció al fraile capuchino que había visto en su habitación. "Ha corrido un riesgo enorme aquella tarde, ¿eh, general?", le dijo el Padre Pío.
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